El otoño no termina de llegar.


Supuestamente, el 21 de octubre estrenamos estación, pero el otoño no tiene pantalones de llegar a Málaga, y lo que más me preocupa no es precisamente que el Zara no vaya a vender ni un abrigo hasta diciembre, sino que todavía tengo sin estrenar los guantes y la bufanda que me regaló mi abuela para el día de reyes. A este paso, vamos a tener que hacer una moraga para fin de año, y Papa Noel vendrá en flotador cargadito de regalos. Estamos en la época en la que te levantas todas las mañanas pensando: ¿Pantalón corto y sudadera? ¿Pantalón largo y manga corta? ¿rebeca y chanclas?.... ¿Qué leches me pongo hoy? Por fin me decido: vaquero largo, camiseta de manga corta, rebeca y... tendré que aprovechar las sandalias los últimos días que me quedan (porque son monísimas). Salgo a la calle. Hoy voy a dedicar el camino hasta el trabajo a analizar los modelitos de todo aquel que se cruce en mi camino. La primera: mi vecina del quinto. Ahi estaba ella... con su trenca de pelito, con los botones de colmillo, recién sacadita del altillo. Vaya... el gorro-capucha tenía más arrugas que el acordeón de la que cantaba Los Pajaritos. Salgo del portal y comienza la Pasarela Cibeles. Un grupo de chicas se dirige al instituto. Camisetas de tirantes, leggins y sandalias...¡Ay qué frío! Bueno, bueno... ni calvo ni con tres pelucas. Tras ellas, Paco el del kiosko. Ahí está mi Paco, con su chaquetón del Real Madrid aunque haya perdido con el Alcorcón. ¡Eso es orgullo madridista! Por fín llego a la oficina... ¡Mierda! Mis compañeros se han dejado el aire puesto toda la noche... ¡Le tenía que haber pedido la trenca a mi vecina!

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